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Etiquetas: oración del jueves

Oración Comunitaria 7/10/2004

Escuela de Oración

ORACIÓN SOBRE LA VIDA: El examen de conciencia está hoy bastante desacreditado. Tal vez porque ha sido practicado a veces como un ejercicio culpabilizador que no ayudaba a la persona a crecer en su vida de fe. Sin embargo, se llame "examen de conciencia", "oración sobre la vida" o " evaluación de la jornada", nadie puede negar que es uno de los medios mejores para vivir en actitud de conversión permanente. Cada uno ha de encontrar el momento más oportuno ( al volver del trabajo, al concluir la jornada, al retirarse a descansar). La actitud no ha de ser la de replegarse sobre sí mismo, sino la de recorrer brevemente el día ante Dios. Lo primero es darle gracias, reconocer lo que recibimos de él diariamente ; Dios está muy presente en nuestra vida y es bueno tomar conciencia de cúanto hay de positivo y alentador en nuestro vivir diario. A la luz de ese Dios que nos acompaña, tomamos conciencia de nuestra inconsciencia, mediocridad o falta de fe. No se trata de un análisis minucioso y exhaustivo. Basta captar nuestra infidelidad, sabernos perdonados por Dios y escuchar su llamada a una mayor conversión. Canto: Me levantaré

ALABANZAS DEL DIOS ALTÍSIMO
Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas (Sal 76,15).
Tú eres fuerte, tú eres grande (cf. Sal 85,10), tú eres altísimo, tú eres rey omnipotente, tú, Padre santo (Jn 17,11), rey del cielo y de la tierra (cf. Mt 11,25).
Tú eres trino y uno, Señor Dios de dioses (cf. Sal 135,2), tú eres el bien, todo el bien, el sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero (cf. 1 Tes 1,9).
Tú eres amor, caridad; tú eres sabiduría, tú eres humildad, tú eres paciencia (Sal 70,5), tú eres belleza, tú eres mansedumbre, tú eres seguridad, tú eres quietud, tú eres gozo, tú eres nuestra esperanza y alegría, tú eres justicia, tú eres templanza, tú eres toda nuestra riqueza a satisfacción.
Tú eres belleza, tú eres mansedumbre; tú eres protector (Sal 30,5), tú eres custodio y defensor nuestro; tú eres fortaleza (cf. Sal 42,2), tú eres refrigerio.
Tú eres esperanza nuestra, tú eres fe nuestra, tú eres caridad nuestra, tú eres toda dulzura nuestra, tú eres vida eterna nuestra: Grande y admirable Señor, Dios omnipotente, misericordioso Salvador.

Canto: Confío en ti

NOTICIA: Humanizar a Dios (José María Castillo)
En la clausura del Parlamento de las Religiones, celebrado en Barcelona en el pasado mes de julio, Federico Mayor Zaragoza, presidente de Cultura y Paz y ex secretario general de la UNESCO, dijo esto: "Apelo a las religiones a que eleven juntas sus voces en favor del entendimiento y en rechazo del proceso acción-represalia en que está metido el mundo".
Esto es lo que las religiones tendrían que hacer. Pero, ¿lo hacen? Sabemos hasta qué punto las religiones han sido, con frecuencia, agentes de violencia y de muerte. No me refiero solamente a las guerras de religión de otros tiempos. La barbarie del terrorismo suicida, que se disfraza de fe en Dios y de esperanza en la otra vida, esta logrando que la gente deteste cualquier forma de religión. Impresiona el éxito mundial que ha tenido La Pasión de Cristo, de Mel Gibson. ¿Qué extraña sintonía o atracción han encontrado millones de personas ante la representación religiosa de tanta crueldad y tanta sangre?
Por otra parte, uno de los acontecimientos más preocupantes de finales del siglo XX ha sido la expansión alarmante, dentro de las tradiciones religiosas más importantes, de movimientos militantes conocidos como "fundamentalismos" (Karen Armstrong). Y sabemos hasta qué punto los grupos "integristas" son los más favorecidos, tanto entre los protestantes de EEUU, que aplauden a Bush, como entre los católicos más reaccionarios que son apoyados por Roma.
Como es lógico, yo no pretendo, en los reducidos límites de un artículo, analizar las misteriosas y profundas razones que explican la relación entre religión y violencia. Aquí me limito a plantear una pregunta que, en cualquier caso, toca fondo en este asunto. ¿En qué Dios creen quienes invocan motivos religiosos para justificar cualquier forma de violencia? Me refiero a toda forma de violencia. No sólo a la de las guerras o el terrorismo. Estoy pensando también en la violencia que supone privar a las personas de su libertad, de sus derechos, de su dignidad. Más aún, estoy pensando en la violencia que margina o excluye a grupos enteros, como es el caso de las mujeres, los homosexuales, los que provienen de otros países, otras religiones, otras culturas. Y, sobre todo, estoy pensando en la violencia de un Dios que necesita la sangre de su Hijo para perdonar y salvar a los que le ofenden, o sea, que necesita sacrificio, violencia y muerte para perdonar las ofensas que recibe. Resulta aterrador pensar que Dios sea efectivamente así. Porque de semejante Dios se puede temer cualquier cosa. Y, lo que es peor, los representantes de ese Dios en la tierra se pueden sentir autorizados para prohibir o imponer lo que sea. ¿Se comprende ahora por qué hay imanes que predican la guerra santa, rabinos que bautizan a los tanques con el esperpéntico nombre de las torres de Dios, o sacerdotes cristianos que prohíben usar el preservativo aun a sabiendas de que eso va a servir para que el sida se propague y mate a miles de criaturas?
Estoy hablando de cosas que entrañan una gravedad extrema. Ahora bien, todo esto no tendrá solución mientras no tengamos la libertad y la audacia de afrontar el problema de fondo. El problema que consiste en saber si podemos imaginar a Dios, no sólo distante de lo humano, sino incluso (en no pocos casos) enfrentado a lo humano y hasta rival de lo más humano que hay en nosotros. Digo esto porque, si las religiones han deshumanizado tantas veces a la gente, eso se explica porque las religiones han creído con frecuencia en dioses sencillamente inhumanos.
Por eso, la primera tarea que tendrían que plantearse las religiones, en este momento, debería ser el empeño por depurar sus representaciones de Dios de cuanto pueda presentar a la divinidad enfrentada (de la manera que sea) a la humanidad. Los cristianos creemos en el misterio de la encarnación. Con eso queremos decir que, cuando hablamos de ese misterio, nos estamos refiriendo no sólo a la divinización del hombre, sino igualmente a la humanización de Dios. Es decir, en Jesús de Nazaret, Dios se nos ha dado a conocer fundido y confundido con lo humano. Por eso, Jesús nos enseña a pensar la trascendencia de Dios de otra manera. Cuando Dios, en Jesús, se identifica con todo lo que es sufrimiento y desamparo en este mundo (Mt. 25, 31-46), lo que en realidad está diciendo es que Dios nos trasciende, no porque tiene más poder, más saber y más grandeza que todos nosotros, sino porque es tan profundamente humano que en él queda superada y desterrada cualquier forma o manifestación de inhumanidad. Es verdad que a los cristianos nos resulta difícil entender esto así. Porque la imagen de Dios que muchos tienen en su cabeza es una mezcla del Dios del Antiguo Testamento, el Dios de la filosofía griega y el Padre que nos enseña el Evangelio. O sea, una mezcolanza de la que no puede resultar sino mucha confusión y dudas insolubles.
La amenaza de las religiones consiste en que, con frecuencia, deshumanizan a sus adeptos y provocan conductas inhumanas. La fe cristiana nos dice que solamente podemos creer en Dios en la medida, y sólo en la medida, en que seamos tan profundamente humanos que no seamos capaces de hacer daño a nadie y, sobre todo, cuando lleguemos al extremo de saber que encontramos a Dios haciendo felices a los demás.

Canto: Ubi caritas

EVANGELIO: Lucas 11, 1-4
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos". Él les dijo: "Cuando oréis decid: Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan de mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación".

Canto: Enséñanos a orar

Peticiones: Kyrie

Canto de salida: Magnificat