Escuela de Oración
  • Canto
  • AT: Jr 30, 17-22
  • Canto
  • Noticia: 370 millones, sin voz
  • Canto
  • Evangelio: Lc 6, 45-49
  • Canto "/> Grupo de San Francisco :: Oración Comunitaria 2/09/2004
    • imagen del slider

    Datos

    Etiquetas: oración del jueves

    Oración Comunitaria 2/09/2004

  • Escuela de Oración

    • El signo de la cruz 95.- Desde niños hemos aprendido a trazar sobre nosotros el signo de la cruz. Esa cruz nos recuerda a un Dios cercano, entregado por nosotros. Nos infunde esperanza, nos enseña el camino, nos asegura la victoria final en Cristo resucitado. Pero ese gesto tiene un significado más hondo. Al hacer la cruz desde la frente hasta el pecho y desde el hombro izquierdo hasta el derecho, consagramos nuestra frente, boca y pecho, expresando así el deseo de acoger el misterio de Dios Trinidad en nosotros, de manera que los pensamientos de nuestra mente, las palabras que pronuncie nuestra boca y los sentimientos y deseos que nazcan de nuestro pecho sean los de un creyente que vive desde la confianza total en el Padre, siguiendo fielmente al Hijo encarnado en Jesús, y dejándose inspirar por la acción del Espíritu Santo.

  • Canto

  • AT: Jr 30, 17-22

    Sí; haré que tengas alivio, de tus llagas te curaré - oráculo de Yahveh -. Porque "La Repudiada" te llamaron. "Sión de la que nadie se preocupa".
    Así dice Yahveh:He aquí que yo hago volver a los cautivos de las tiendas de Jacob y de sus mansiones me apiadaré; será reedificada la ciudad sobre su montículo de ruinas y el alcázar tal como era será restablecido.
    Y saldrá de entre ellos loor y voz de gente alegre; los multiplicaré y no serán pocos, los honraré y no serán menguados,
    sino que serán sus hijos como antes, su comunidad ante mí estará en pie, y yo visitaré a todos sus opresores.
    Será su soberano uno de ellos, su jefe de entre ellos saldrá, y le haré acercarse y él llegará hasta mí, porque ¿quién es el que se jugaría la vida por llegarse hasta mí? - oráculo de Yahveh -.

    Y vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios.

  • Noticia: 370 millones, sin voz

    Los indios en América, los lapones de Europa, los nomadas del Sahara, los masai y los pigmeos de África, las tribus esteparias de Asia, los aborígenes de Australia y los esquimales, suman 370 millones de personas, diseminadas en 70 países. Las Naciones Unidas no han mostrado una excesiva preocupación, más allá de la retórica, sobre la situación de quienes fueron despojados de tierras, independencia lengua y cultura, cuando no exterminados, en interés del desarrollo económico y de la ambición, sin escrúpulos de terratenientes, multinacionales.
    Los indígenas están entre los grupos más desfavorecidos del planeta. En 1989, se reconocía el fracaso respecto a las normas relativas a la protección de estas poblaciones: La explotación ha incrementado, las enfermedades, naturales o inducidas, han diezmado su poblacion; menudean las denuncias sobre la utilización de niños, incluso, asesinándolos, para traficar con sus órganos, mientras continua el exterminio de determinadas minorías étnicas, para desalojarlos de sus tierras.
    Ese año, la OIT aprobó el Convenio 169, que exigía la «plena efectividad de los derechos sociales, económicos y culturales de esos pueblos, respetando su identidad social y cultural, sus costumbres y tradiciones y sus instituciones; que gozarán de los derechos humanos y las libertades fundamentales, sin obstáculos ni discrminación». Quince años más tarde, el convenio sólo ha sido ratificado por 17 países. Las Naciones Unidas proclamaron el periodo 1995-2004 Decenio Internacional de las Poblaciones Indígenas del Mundo.
    Finalizado ese periodo, es hora de hacer balance de sus resultados. Según informes recientes, las poblaciones indígenas continúan siendo los grupos más pobres, vulnerables y desposeídos de la tierra. Las tasas de analfabetismo son muy elevadas. Más del 50% de los indígenas del Perú viven en la extrema pobreza. En Ecuador, Colombia, Bolivia, Perú y Brasil, miles de niños indígenas mueren por afecciones respiratorias, infecciones intestinales o desnutrición. En Australia, la tasa de mortalidad infantil entre las comunidades indígenas, triplica la media nacional. Mientras, la industria farmacéutica obtiene 60.000 milones de dólares anuales, de la venta de productos derivados de plantas medicinales descubiertas por los indios. El desempleo es otro de los azotes que se ceba en las comunidades indígenas, alcanzando porcentajes entre el 30 y el 80% de su población activa.
    El secretario general de la ONU, ha resumido la situación. «Se les arrebataron sus tierras, sus culturas y sus lenguas. Sufrieron la explotación de sus conocimientos tradicionales, la destrucción de sus medios de desarrollo sostenible y se enfrentan a la amenaza de la extinción», incidiendo en la «acuciante carencia actual de un mecanismo de respuesta para la violación de los derechos humanos de los indígenas, en particular, de mujeres y niños».
    Estos días, se han realizado conferencias, seminarios, conciertos y declaraciones, de buenas intenciones, pero, si los gobiernos no dan un giro pronunciado, en dirección contraria a lo que ha constituido su acción política, económica y social, con las poblaciones indígenas, sólo quedara la propaganda. Y los pueblos indígenas continuarán siendo las víctimas de la explotación, la pobreza, la enfermedad, la expulsión de sus tierras, el etnicidio o la extinción.

  • Evangelio: Lc 6, 45-49

    El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.
    ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
    Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante.
    Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca.
    Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.

  • Canto