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Etiquetas: oración del jueves

Oración Comunitaria 04/09/2014

ENTRADA
Queridos hermanos,
Un jueves más nos reunimos ante el Cristo de San Damián, que nos acoge con los brazos abiertos, derrochando ternura. A ti, que llevas un tiempo sin pararte a estar un rato con Él; y también a ti, que no fallas, un jueves tras otro. A ti, que te está costando la vuelta al trabajo, y por supuesto, también a ti, que estás haciendo el último esfuerzo tras estudiar en verano y ya pronto acabas tus exámenes.
El Señor se alegra de vernos a cada uno, con nuestras alegrías, nuestras perezas, nuestras tristezas; se alegra de que vengamos un día más dispuestos a disfrutar con Él, abriendo nuestro corazón para compartir con nuestros hermanos.
Así, para comenzar esta oración, nos unimos a Francisco diciendo: Oh alto y glorioso Dios…

CANTO. Me volveré a ti, Señor (80 oración).

Sof 3, 12-15
Dejaré dentro de ti a un pueblo humilde y sencillo, que pondrá su confianza solo en mi nombre. Los sobrevivientes del pueblo de Israel no cometerán injusticias, no dirán mentiras ni llenarán de embustes su boca. Entonces podrán alimentarse y descansar sin miedo alguno.
¡Canta, ciudad de Sión! ¡Da voces de alegría, pueblo de Israel! ¡Alégrate, Jerusalén, alégrate de todo corazón!
Pues el Señor ha cambiado tu suerte, ha alejado de ti a tus enemigos. El Señor, el Rey de Israel, está en medio de ti: ya no tendrás que temer mal alguno.

CANTO. Dios está con los humildes (33 oración).

Noticia: RETORNO VACACIONAL
Eso que llaman síndrome post-vacacional, la simple angustia depresiva del final del verano, se te pasó en los primeros años de la crisis; el bombardeo de despidos a tu alrededor fue tan intenso que comprendiste pronto el privilegio de poder volver al trabajo cada septiembre. Lo que no conseguiste ahuyentar fue el pellizco de desasosiego responsable que en fechas como la de hoy envuelve tu ritual de regreso. Hasta hace un lustro sólo te preocupaba el tráfico del retorno, la tensión de las horas de volante en las autovías atestadas y el estrés de la recogida de los enseres antes de la partida. Ahora hace tiempo que mientras conduces camino de la ciudad pasas revista en tu interior a las vicisitudes de la empresa, a los rumores laborales, a las perspectivas de ventas para el nuevo curso; no es la vuelta a la rutina lo que te desazona sino la incertidumbre de repetirla, la punzada de una inquietud abstracta pero verosímil, el cosquilleo de una cierta zozobra que necesitas calibrar para no sentirte un frívolo.
En los periódicos que has ojeado en la playa decían que las cosas han mejorado y van a más pero ya ni siquiera te consideras escéptico: simplemente has aprendido a convivir con los desengaños. Cuando te bajaron el sueldo y te recortaron días libres lo único que te molestó fue que los jefes te dijesen que eran medidas provisionales; te alivió que la llamada no fuese para el finiquito y pensaste que ellos jugaban con tu desamparo. Tres veranos completos pasaste agazapado sin salir de vacaciones, escapando al pueblo de tus padres para que los niños no estallasen en el encierro urbano, hasta que el año pasado decidiste confiar y volver medio mes a la costa pero cambiando el hotel de los tiempos felices por un discreto apartamento. Al repetir en este agosto serás estadística de la recuperación que no te acabas de creer, el turismo en alza, el consumo interno; quizá también deberías serlo de la invisible economía informal por el pago en negro del alquiler que te ha exigido el dueño.
Un ministro está dando cifras de crecimiento en la radio mientras tú recuerdas cuánto tiempo hace que deberías haber cambiado el coche en el que apenas caben ya los chicos y calculas los inminentes gastos de septiembre, el colegio de la niña, el chaval que empieza la Universidad, todo eso que antes pagabas con la extra perdida y la devolución de Hacienda que se esfumó con la subida de impuestos. Tu mujer te ha adivinado el pensamiento y te ha hablado con confortables palabras de confianza: los indicios de mejoría general, el crédito que os ha ofrecido el banco, su propia esperanza de volver a encontrar empleo. Con las luces de la ciudad al fondo has meneado en silencio la cabeza sin responder lo que de verdad te ronda en el pensamiento: que los muertos más estúpidos de una batalla son los últimos, los que caen cuando ya se está acabando la guerra.

CANTO. Dejarme hacer (31 oración).

Santiago 2, 14-17
Hermanos míos, si uno dice que tiene fe y sus obras no lo demuestran, ¿de qué le sirve? ¿Podrá acaso salvarle esa fe? Supongamos que a un hermano o a una hermana les falta la ropa y la comida necesarias y vosotros le decís: “Que os vaya bien; abrigaos y comed cuanto queráis”, pero no les dais lo que su cuerpo necesita, ¿de qué os sirve? Así pasa con la fe: por sí sola, es decir, si no se demuestra con hechos, es una cosa muerta.

CANTO. Solo con tu amor (109 oración).

Peticiones

Padrenuestro

SALIDA
Envíanos tu Espíritu, Señor, que renueve cada día nuestra fe, porque lo necesitamos; danos también Señor un corazón dispuesto a escucharte en toda situación, y unas manos que sepan ser consuelo, apoyo, y que, en definitiva, no dejen de traer tu Reino a la tierra.

CANTO: Te adoramos santísimo Jesús, te adoramos aquí y en todas partes, y te bendecimos, pues por tu cruz, fuimos redimidos.