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Etiquetas: oración del jueves

Oración Comunitaria 29/05/2014

Escuela de Oración:
Nos reunimos en esta Capilla del Cristo de San Damián, en el que Jesús nos abre los brazos y la mirada, para que nos sintamos acogidos y comprendidos y seamos a la vez los brazos y la mirada de aquellos que nos necesitan en este tiempo de esperanza. Cristo quiere penetrar en nuestro corazón, empaparlo de su palabra y enviarnos al mundo.
En este tiempo Pascual seguimos el camino de las Bienaventuranzas a través de la Carta de Pascua de Seve:
Las Bienaventuranzas son Evangelio, Buena Noticia y por tanto invitación a la alegría: Bienaventurados, dichosos, felices, alegres… Las Bienaventuranzas son una seria invitación a la alegría, y podemos decir que sólo es alegre aquel que se deja empapar por las propuestas de Jesús.
Es bienaventurado aquel que está dispuesto a arriesgarlo todo por Dios y sabe decir, como Santa Teresa de Jesús, “Sólo Dios basta”. En cualquier circunstancia, en cualquier lugar en los que nos encontremos. Es bienaventurado el que se instala en el corazón de Dios, porque constituyen la revolución del camino de la felicidad y de la alegría. Eso que todos los hombres buscamos por todas partes sin terminar de encontrar.
Las bienaventuranzas son palabra de gracia y servicio hacia los que son pobres y ayudan a los pobres, donde encuentran la verdadera alegría: “Cada vez que lo hacéis con uno de estos, conmigo lo hacéis (Mt 25, 31- 45).
En esta semana en la que tenemos presentes a las personas enfermas de nuestro entorno, de la comunidad, nos hemos acercado a su realidad para acompañarlas llevando el consuelo y la alegría de Cristo resucitado, al igual que  Francisco, que  fue ejemplo de servicio a los pobres, y encontró la perfecta alegría, con él comenzamos diciendo: “ Oh Alto y Glorioso Dios…”

Salmo 15, 1-11
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.
Multiplican las estatuas
de dioses extraños;
no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano:
me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

Noticia: "Ex-tra-ño hués-ped"
Las estadísticas dicen que tres millones de españoles padecen alguna de las 7.000 enfermedades que denominamos «raras». En el fondo, toda enfermedad se presenta como un huésped extraño que amenaza nuestro deseo de vivir y ser felices. Hemos aprendido a tratar algunas, a domesticarlas, a veces incluso a vencerlas. Otras aparecen como un misterio opaco e impenetrable. Las llamamos «raras», y verse acompañado por ellas añade el dolor suplementario de no atisbar una salida, de no contemplar siquiera la traza de un camino, por angosto y empinado que fuera.
La grandeza de una sociedad se mide especialmente por su relación con el sufrimiento de sus miembros. Un sufrimiento que debe ser siempre escuchado, acogido, aliviado en cuanto sea posible, siempre acompañado. La ciencia avanza demasiado lenta para quienes recorren este desfiladero amargo de las enfermedades raras. También para estimular su avance, para establecer políticas e inversiones, es preciso en primer lugar mirar a la cara al sufrimiento, y más aún cuando parece sin salida. Hacer invisibles a estos enfermos y a sus familias, empujarlos a la soledad en medio del ruido y de la furia, en medio de nuestra prisa y superficialidad diaria, sería el reflejo de una sociedad cruel e inhumana.
Por supuesto que la política, las leyes y el sistema sanitario son urgentemente emplazados ante este drama. Como lo somos los medios de comunicación, responsables de que en la narración de la aventura de nuestra ciudad común estos enfermos tengan un lugar visible. Algunos llegarán a ver la victoria en la batalla por el alivio y la curación de su enfermedad. Pero ni uno solo debería quedar desamparado, sin el aliento de una compañía humana, que le muestre con gestos y palabras que también en su túnel brilla una luz: que la vida siempre es un bien.

Canto: “Todos vamos en el mismo barco…”

Evangelio: Jn 17,11-19
Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti.
Padre santo, cuídalos en tu Nombre —el Nombre que tú me diste— para que sean uno, como  nosotros.
Mientras estaba con ellos, yo los cuidaba en tu Nombre —el Nombre que tú me diste— yo los protegía  y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura.   Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto.
Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad. Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo. Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad.

Oración de Jesús por todos los que creen en él.

Salida:
Ahora nos toca salir al mundo, ser testigos de Jesús resucitado, acompañando  a quien necesita de un hombro para apoyarse i con quien compartir unas palabras,  en estos días finales  del mes de mayo , dejemos que María nos anime a salir de nosotros para ir al encuentro del otro, ella  que supo acompañar.

Con francisco acabamos diciendo: Te adoramos…

Canto: Magníficat