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Etiquetas: oración del jueves

Oración Comunitaria 13/03/2014

Oración Comunitaria, 13 de Marzo de 2014.

Escuela de Oración:
Comenzamos nuestro encuentro con el Señor. Venimos buscando la luz. Hoy la escuela de oración nos habla de la iluminación repetía una y otra vez la maestra de novicias a sus jóvenes alumnas, que hay que llenar la vasija vacía. De lo contrario no tendréis nada que dar a ninguna otra persona.
La cuestión es con qué debemos llenarnos para que nuestra vida de oración sea fecunda, auténtica, profunda, y evolucione debidamente. En toda relación, incluida nuestra relación con Dios, llega un momento en que no basta con charlar. Para que un lazo basado en el conocimiento superficial se mantenga, es importante llegar a conocer bien a la otra persona en todos sus aspectos: pensamientos que ha tenido, todo cuanto ha hecho, todos los ideales a los que ha aspirado, todas las esperanzas que ha alimentado.
La verdadera relación se profundiza con el tiempo, hasta que ya no son necesarias las palabras, ni el silencio resulta incómodo.
La meditación es el estadio de la vida espiritual entre las palabras y el silencio. La oración vocal nos instruye en nuestra tradición de fe, enseñándonos las ideas de nuestros predecesores y las formas de oración de la comunidad. El silencio nos lleva, más allá de las palabras, a la conciencia de la Presencia, que es más que el tiempo y mayor que la vida. La meditación nos llena de los detalles de la búsqueda.
La meditación extrae de las Sagradas Escrituras hasta la última gota de sentido e historia que la tradición preserva para nosotros. Nos llena de los grandes momentos de la fe así como de sus grandes misterios. Nos proporciona el marco necesario para fusionar nuestra vida con la de Aquel a quien seguimos.
Entonces, la búsqueda de Dios, la evolución hacia la plenitud, no es producto de la locura o la fantasía, sino la historia de lo que significa emprender este camino. Es la definición de lo que buscamos; es la llamada a optar entre el yo vacío y el vaciamiento del yo en una vida espiritual que hace que la vida tenga sentido y que nosotros alcancemos la plenitud.
Estamos en Cuaresma, tiempo de vaciarnos de nosotros para llenarnos de Dios, tiempo de apagar tantas luces artificiales para dejarnos iluminar por Dios a través de la Palabra. Escuchemos al Señor, como lo hacía Francisco y con él le pedimos que ilumine las tinieblas.
Con Francisco comenzamos cantando: Oh Alto y glorioso Dios…

Salmo: Desde lo más profundo clamo a ti, Señor
Desde lo más profundo te invoco, Señor.
¡Señor, oye mi voz!
Estén tus oídos atentos
al clamor de mi plegaria.
Si tienes en cuenta las culpas, Señor,
¿quién podrá subsistir?
Pero en ti se encuentra el perdón,
para que seas temido.
Mi alma espera en el Señor,
y yo confío en su palabra.
Mi alma espera al Señor,
más que el centinela la aurora.
Como el centinela espera la aurora,
espere Israel al Señor,
porque en él se encuentra la misericordia
y la redención en abundancia:
él redimirá a Israel
de todos sus pecados. 


Noticia: “Para curar las heridas”
Lo acaba de decir el papa, el pasado jueves, a los párrocos de Roma: «La Iglesia hoy podemos pensarla como un hospital de campaña. Se necesita curar las heridas, ¡tantas heridas! Hay gente herida, por los problemas materiales, los escándalos, también en la Iglesia… Gentes heridas por los espejismos del mundo…»
 «Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad. Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas... Y hay que comenzar por lo más elemental».
Era su mismo mensaje  a los párrocos, en su encuentro, el pasado jueves, sobre el tema de la misericordia: «No estamos aquí para hacer un bello ejercicio espiritual, al inicio de la Cuaresma, sino para escuchar la voz del Espíritu que habla a toda la Iglesia en este tiempo nuestro, que es justamente el tiempo de la misericordia. De esto estoy seguro. No es sólo la Cuaresma; estamos viviendo en el tiempo de la misericordia, desde hace treinta años o más, hasta ahora».
 «todos nosotros tenemos necesidad de ella; y también los fieles, porque, como pastores, ¡debemos dar tanta misericordia, tanta!»
 «¿Cómo será el futuro del hombre en la tierra? No podemos saberlo. Sin embargo, es cierto que, además de los nuevos progresos, no faltarán, por desgracia, experiencias dolorosas. Pero la luz de la divina misericordia –anunció con instinto profético– iluminará el camino de los hombres del tercer milenio».
Somos muy olvidadizos, siguió diciendo a los párrocos el Papa Francisco, «¡también del magisterio de la Iglesia!, y en parte es inevitable», pero las grandes realidades donadas al pueblo de Dios «no podemos olvidarlas. Y la de la misericordia es una de éstas». Lo tenía también presente en su discurso, el pasado octubre, al Pleno del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, la cual, mientras «llama a tener el valor de ir a contracorriente, de convertirse de los ídolos al único Dios verdadero, ha de usar el lenguaje de la misericordia». Y con ese telón de fondo de un hospital de campaña, añadió: «La Iglesia es la casa donde las puertas están siempre abiertas no sólo para que cada uno pueda encontrar allí acogida y respirar amor y esperanza, sino también para que nosotros podamos salir a llevar este amor y esta esperanza», es decir, la misericordia.
Es la opción por los pobres, llena de la luz del Evangelio, que llena las páginas de la Exhortación Evangelii gaudium, opción que «es una categoría teológica, antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios les otorga su primera misericordia », en expresión bien significativa que toma de Juan Pablo II, en su homilía de la Misa para la evangelización de los pueblos, en su viaje a Santo Domingo de 1984. Nuestro Dios, decía el Beato Juan Pablo II, «es el Dios de todos, pero otorga su primera misericordia a los desposeídos de este mundo», ¡sanando sus heridas! Justamente lo que hemos de hacer sus discípulos. «Mientras en el mundo –recuerda también el Papa Francisco en Evangelii gaudium– reaparecen diversas formas de guerras y enfrentamientos, los cristianos insistimos en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas».
«Y hay también –decía el jueves pasado el Papa a los párrocos– heridas escondidas, porque hay gente que se aleja por la vergüenza, para que no se vean las heridas…» A ellos sobre todo hay que anunciarles, como no ha dejado de repetir desde su elección y recoge en su Exhortación programática, que «Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia». Y es precisamente Su misericordia la que cura toda herida, y más aún, ¡hace un mundo verdaderamente humano! Sí, la misericordia de Dios es la fuerza que promueve la ciudad del hombre. Lo dijo muy claro Benedicto XVI en su encíclica social, Caritas in veritate: «La ciudad del hombre no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes, sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión». Tan es así, que, «en las relaciones mercantiles, el principio de gratuidad y la lógica del don pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria ». Lo cual «es una exigencia del hombre en el momento actual, ¡pero también de la razón económica misma!» De tal modo que, «mientras antes se podía pensar que lo primero era alcanzar la justicia y que la gratuidad venía después como un complemento, hoy es necesario decir que sin la gratuidad –es decir, sin la misericordia– no se alcanza ni siquiera la justicia».

Evangelio: Mateo 5, 43-48.
43 Habéis oído que se dijo: "AMARAS A TU PRÓJIMO y odiarás a tu enemigo." 44 Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos; porque El hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tenéis? ¿No hacen también lo mismo los recaudadores de impuestos? 47 Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis más que otros? ¿No hacen también lo mismo los gentiles? 48 Por tanto, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.

Salida: 
Llenas  nuestras vasijas de la Palabra y sobre todo del Amor Con el que Dios nos quiere a cada uno de nosotros,  y aliviados por su misericordia, nos toca salir y dejarnos vaciar de todo lo que Dios nos ha regalado, entregarnos a la tarea conjunta de caminar en esta Cuaresma, curando a nuestro alrededor, tantas heridas, y como no podía ser, dejándonos curar por los hermanos. Ánimo, todos vamos en el mismo barco.

Con Francisco acabamos diciendo: Te adoramos …