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Etiquetas: oración del jueves

Oración Comunitaria 12/12/2013

ESCUELA DE ORACIÓN:     Estar preparado
            En una sociedad en la que el pan se cuece en unos minutos y los relojes se ajustan a estándares universales, en esta sociedad de la gratificación instantánea, en la que podemos tener lo que queramos en el momento mismo en que lo queremos, no es fácil hablar a los discípulos del largo y lento proceso necesario para llegar a conocer a Dios. Nos gusta tenerlo todo de inmediato. Queremos la solución instantánea, el proceso breve en las verdades eternas.
No comprendemos que llegar a conocer a Dios tiene mucho que ver con llegar a conocernos a nosotros mismos. No reconocemos que lo que somos es lo que determina la naturaleza de la relación entre Dios y nosotros. Y para llegar a esta comprensión, la clave es estar preparados.
Para reconocer la palabra de Dios debemos impregnarnos de ella. La Escritura nos muestra la vida que pretendemos vivir. La historia del pueblo de Dios nos muestra los desafíos que afrontamos al caminar con Dios y los problemas que debemos resolver antes de poder afrontarlos.
El desarrollo de las disciplinas espirituales, que habitúan nuestro corazón al sonido de la voz de Dios, la regularidad de los ejercicios que evalúan nuestra fidelidad a la búsqueda y nuestra atención a la vida interior, nos preparan para el momento en que, de pronto, llegamos adonde no sabíamos que nos dirigíamos.
Al final de una vida espiritual bien definida no dejamos de ser dos. Nos convertimos en el eco de la canción. No se nos exime de la obligación de buscar siempre la luz, pero nos convertimos en una sombra de la luz. No se nos dispensa de la responsabilidad de navegar en medio de las tormentas del océano de la vida. Pero ahora somos llevados por él sobre olas de confianza mayores y mas fuertes. Descubrimos que, evidentemente, seguimos siendo dos, pero también sabemos que vivimos con una Presencia interior que antes no teníamos.

            Con Francisco comenzamos diciendo: “Oh alto y glorioso Dios….”

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Isaías (41,13-20):
         Yo, el Señor, tu Dios, te agarro de la diestra y te digo: «No temas, yo mismo te auxilio.» No temas, gusanito de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio. Tu redentor es el Santo de Israel. Mira, te convierto en trillo aguzado, nuevo, dentado: trillarás los montes y los triturarás; harás paja de las colinas; los aventarás, y el viento los arrebatará, el vendaval los dispersará; y tú te alegrarás con el Señor, te gloriarás del Santo de Israel. Los pobres y los indigentes buscan agua, y no la hay; su lengua está reseca de sed. Yo, el Señor, les responderé; yo, el Dios de Israel, no los abandonaré. Alumbraré ríos en cumbres peladas; en medio de las vaguadas, manantiales; transformaré el desierto en estanque y el yermo en fuentes de agua; pondré en el desierto cedros, y acacias, y mirtos, y olivos; plantaré en la estepa cipreses, y olmos y alerces, juntos. Para que vean y conozcan, reflexionen y aprendan que la mano del Señor lo ha hecho, que el Santo de Israel lo ha creado. 

NOTICIA:  Mandela ABC 9/12/2013
MÁS que un fu­ne­ral, pa­re­ce una fies­ta. La gen­te se abra­za, se be­sa, se ríe. Es la gra­cia de Man­de­la, que se ex­tien­de en torno su­yo co­mo un au­ra mís­ti­ca y po­pu­lar a la vez. De ahí que to­dos quie­ran par­ti­ci­par en ella y acu­dan los dig­na­ta­rios más al­tos, des­de los paí­ses más le­ja­nos, a rendir­le ho­me­na­je, mien­tras las ban­de­ras a me­dia as­ta on­dean en su ho­nor de po­lo a po­lo.
¿Cuál es el se­cre­to de Nel­son Man­de­la? De en­tra­da, esa ra­ra com­bi­na­ción del idea­lis­mo más su­bli­me con el más só­li­do rea­lis­mo. Lue­go, un ins­tin­to in­fa­li­ble pa­ra ha­cer en ca­da mo­men­to lo que de­be ha­cer­se, aun­que sea lo con­tra­rio de lo que se ve­nía ha­cien­do. La fra­se cla­ve de su ca­rre­ra po­lí­ti­ca fue la pro­nun­cia­da el día que ocu­pó la pre­si­den­cia de Su­dá­fri­ca: «Aho­ra em­pie­za lo más du­ro». Los 27 años en­car­ce­la­do, las hu­mi­lla­cio­nes, los con­fi­na­mien­tos en so­li­ta­rio, los tra­ba­jos for­za­dos no eran na­da com­pa­ra­dos con lo que les es­pe­ra­ba: con­se­guir que sus com­pa­trio­tas, que se odia­ban en­tre sí, se mos­tra­ran dis­pues­tos a le­van­tar jun­tos el país. El tiem­po de lu­cha ha­bía pa­sa­do y lle­ga­ba el de la co­la­bo­ra­ción. Sin ven­gan­zas, ni re­pre­sa­lias ni ajus­te de cuen­tas, por mu­chas que hu­bie­ra que ajus­tar. Em­pe­zan­do él. Pe­ro fue el pri­me­ro en asu­mir que Su­dá­fri­ca te­nía que ser de to­dos los sud­afri­ca­nos, no de una par­te de ellos, in­clu­so si fue­ran ma­yo­ría. No era fá­cil pa­ra na­die. Pa­ra los blan­cos, que te­nían que re­nun­ciar a to­dos los pri­vi­le­gios que ve­nían go­zan­do. Pa­ra los ne­gros, que ha­bían su­fri­do la ma­yor dis­cri­mi­na­ción de la his­to­ria mo­der­na. Pa­ra lo­grar­lo, Man­de­la se va­lió de la más efi­caz de las ar­mas: el ejem­plo.
Co­mo per­so­na, reunía cua­li­da­des po­co co­mu­nes: hu­ma­ni­dad, ho­nes­ti­dad, hu­mil­dad, hu­mor, va­lor, com­pa­sión, tem­plan­za, pa­cien­cia, que com­pen­sa­ban de so­bra los se­rios pro­ble­mas fa­mi­lia­res que en­tor­pe­cie­ron su ges­tión, pe­ro no le apar­ta­ron de su ob­je­ti­vo. Fue lo que le per­mi­tió sal­var a su país del os­tra­cis­mo in­ter­na­cio­nal, y a su pue­blo de un con­flic­to in­te­rior que se di­bu­ja­ba tan in­ter­mi­na­ble co­mo sui­ci­da. Es lo que le ha va­li­do la ad­mi­ra­ción del pla­ne­ta co­mo cam­peón de la li­ber­tad, la jus­ti­cia y la igual­dad de los hom­bres.
A Su­dá­fri­ca le fal­ta to­da­vía mu­cho pa­ra que se cum­plan ple­na­men­te los sue­ños de Man­de­la. Pue­de in­clu­so que no los lo­gre nun­ca, tan al­tos eran y tan com­ple­jo es su país. Pe­ro al me­nos ha lo­gra­do que no se cum­plan los ma­los au­gu­rios que mu­chos le pro­nos­ti­ca­ban, así co­mo el ha­ber­se li­bra­do del caos y la vio­len­cia que rei­nan hoy en bue­na par­te de Áfri­ca.
Aban­do­na es­te mun­do sin enemi­gos, lo que es muy di­fí­cil en nues­tros días, en me­dio de la ad­mi­ra­ción de to­dos e in­clu­so de sa­tis­fac­ción ge­ne­ral, no por­que se va­ya, des­de lue­go, sino por lo con­for­ta­ble que re­sul­ta sa­ber que, en me­dio de tan­tos cri­mi­na­les, la­dro­nes, es­ta­fa­do­res, ca­na­llas y des­ver­gon­za­dos, ha ha­bi­do un hom­bre que cum­plió con su de­ber y fue fiel a sus prin­ci­pios. Mandela dignifica a la humanidad.
(J M Carrascal)

EVANGELIO: (Mateo 9, 35,  y 10, 6-8)
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del Reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias.
Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y todas dolencia. A estos doce los envió con estas instrucciones: “Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”.

PETICIONES:

PADRENUESTRO:

SALIDA:

Prepárame, Oh Dios, para escuchar tu palabra, vivirla y madurar siempre al ritmo de sus vibraciones.
O bien:
Oh Dios de compasión y misericordia:
Vuelve nuestros corazones vacíos hacia ti;
Prepáranos, para escuchar tu palabra, vivirla
y madurar al ritmo de sus vibraciones,
danos ojos claros para ver la profundidad de nuestra pobreza
y nuestra incapacidad para construir un mundo mejor
contando sólo con nuestros propios recursos.
Por eso, ven tú a construirlo con nosotros.

Con Francisco terminamos diciendo: “Te adoramos…”