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Etiquetas: oración del jueves

Oración Comunitaria 09/09/2010

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Jesús, nuestra alegría, cuando comprendemos que nos amas, algo de nuestra vida se apacigua e incluso se transforma. Te preguntamos: ¿qué esperas de mí? Y, por medio del Espíritu Santo, nos respondes: que nada te turbe, yo rezo en tí, atrévete a dar tu vida.

Primera Lectura: Salmo 70.

A ti, Señor, me acojo :
no quede yo derrotado para siempre ;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina tu oído, y sálvame.
Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías,
siempre he confiado en ti.
Muchos me miraban como a un milagro,
porque tú eres mi fuerte refugio.
Llena estaba mi boca de tu alabanza
y de tu gloria, todo el día.
No me rechaces ahora en la vejez,
me van faltando las fuerzas, no me abandones.

Noticia: El Hogar de Fray Leopoldo.

Casi con seguridad la primera persona que leerá esta noticia será Pepe López Hernández. A sus 84 años, se levanta todos los días a las cinco de la mañana porque todavía mantiene los horarios de cuando trabajaba en el campo. La diferencia es que a partir de las seis, ahora está ya desayunado y esperando que dejen los periódicos en la puerta de la residencia. Él probablemente será el primero en leer una historia que conoce perfectamente, la de su compañera Toribia Ortega. Toribia tuvo dos hijos pero uno se murió en la infancia y el otro se suicidó cuanto tenía treinta años. Antes de que eso ocurriera, su marido la había echado de casa amenazándola con un cuchillo para quedarse a vivir con su amante. Las monjas para las que trabajaba, las Mercedarias, le ofrecieron que sirviera en el convento de Granada para alejarla del esposo, y cuando se prejubiló al no quedarle pensión, aconsejada por un sacerdote, pidió ingresar en la residencia de Fray Leopoldo, su casa en los últimos siete años.

Como en su caso, muchos de los mayores del centro que regenta la Fundación Fray Leopoldo estarían solos o viviendo casi en la indigencia con ayudas estatales que no superan los 450 euros. La orden religiosa, a través de las donaciones que recibe y del dinero que recaudan con la venta de reliquias, subvenciona buena parte de los 1.450 euros mensuales que cuesta acoger a cada uno de los ancianos.

El gerente, Mateo Torres, explica que hace 28 años, cuando se creó la fundación benéfica en honor del fraile limosnero, los miembros del patronato que la dirige decidieron concentrar sus esfuerzos en la asistencia a la tercera edad. "Fray Leopoldo dedicó su vida a los pobres. De forma muy especial trabajó por los niños y los ancianos y, cuando se planteó cuál sería el ámbito de actuación de su obra social, se decantaron por los mayores como podría haberse optado por la infancia".

Según este relato, fue una decisión prácticamente fortuita pero casi milagrosa para los últimos años de vida de los 97 residentes que tiene el centro: para muchos la residencia no sólo es su casa, también es su familia.

La extravertida trabajadora social Belén Martín, asegura que el único requisito para entrar en este centro es que el mayor sea independiente, aunque es evidente que se valora también una situación socioeconómica desfavorable. "Luego, claro, muchos residentes con los años se convierten en personas dependientes. Por supuesto que se atienden aquí, donde la mayoría se quedan todo la vida, hasta que fallecen". "La soledad o por lo menos los sentimientos de soledad de muchos de los residentes es total cuando llegan al centro".

Cuando construyan la nueva residencia en el Serrallo, con pasillos más amplios y puertas más anchas, el criterio podrá ser diferente. Las obras empezarán con motivo de la próxima beatificación del fraile, que se celebrará el 12 de septiembre en Armilla. "Esperamos que la beatificación suponga un impulso y seguir ampliando nuestra obra social", anuncia el gerente.

Evangelio: Mc. 10, 17-22.

Jesús se ponía ya en camino cuando un hombre corrió a su encuentro y arrodillándose ante él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre.» El, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud.» Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme.» Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.

Peticiones / Acciones de gracias.

Padrenuestro.

Salida.