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Etiquetas: oración del jueves

Oración 30/10/2008

ORACIÓN 30 OCTUBRE DE 2008
ESCUELA DE ORACIÓN

Hoy más que ayer, nos adentramos en la fe avanzando por etapas.

En lo más profundo de la condición humana descansa la espera de una presencia, el silencioso deseo de una comunión. Nunca lo olvidemos, ese simple deseo de Dios es ya el comienzo de la fe.

Además, nadie llega a comprenderlo todo acerca del Evangelio por sí solo. Cada uno puede decirse: en esta comunión única que es la Iglesia, lo que no comprendo de la fe, otros lo comprenden y viven de ello. No me apoyo únicamente en mi fe, sino en la fe de los cristianos de todos los tiempos, la fe de aquellos que nos han precedido, desde la Virgen María y los apóstoles hasta los de hoy en día. Y día tras día me dispongo interiormente a poner mi confianza en el Misterio de la Fe.

Y es así como la fe, la confianza en Dios, se muestra como una realidad muy sencilla, tan sencilla que todos podrían acogerla. La fe es como un impulso vuelto a tomar mil veces a lo largo de la existencia y hasta el último soplo.

(Hermano Roger, de Taizé)

TODOS: Oh, Alto y Glorioso Dios ……
SALMO 100 (Dios nos hizo y somos suyos)

Aclame al Señor toda la tierra,
sirvan al Señor con alegría,
lleguen hasta él con cantos jubilosos.
Reconozcan que el Señor es Dios:
él nos hizo y a él pertenecemos;
somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entren por sus puertas dando gracias,
entren en sus atrios con himnos de alabanza,
alaben al Señor y bendigan su Nombre.
¡Qué bueno es el Señor!
Su misericordia permanece para siempre,
y su fidelidad por todas las generaciones.

NOTICIA (27.10.2008. Jesús Lens Espinosa de los Monteros)
CRISIS VS. POBREZA

Se calcula que con 125.000 millones de dólares se erradicaría la pobreza extrema en el mundo. El economista Jeffrey Sachs, autor del excelente y esencial libro \'El fin de la pobreza\', publicado por la editorial Debate, lo ha cifrado exactamente, a través de un riguroso y apasionante estudio que, dejando atrás las abstracciones de siempre, demuestra que, si queremos, podemos. Y así se subtitula, precisamente, el libro de Sachs: \'Cómo conseguirlo en nuestro tiempo\'.
A lo largo del tiempo, cada vez que se han planteado estas cifras y estas necesidades, a todos se nos ha venido a la boca una palabra: utopía. Estemos más o menos concienciados por el problema de la pobreza en el mundo, siempre nos hemos refugiado en las excusas más peregrinas para justificar nuestra imposibilidad terminar con una lacra que, en el siglo XXI, resulta inconcebible. Y, sin embargo, estos meses nos están sirviendo para llevarnos un restregón de realidad que, la verdad, no sé si nos hará abrir los ojos o, por contra, nos llevará a cerrarlos total y definitivamente. La crisis, ya lo sabemos todos, ha dado cerrojazo al mercado interbancario y la falta de liquidez ha provocado un contagio sistémico de pánico, poniendo en jaque al sistema capitalista en su conjunto.

Aún así y de momento, no parece que nadie se haya suicidado por la crisis, como ocurriera el año 29, tirándose desde un rascacielos. Han desaparecido cientos de miles millones de euros, vale. Pero era dinero improductivo, virtual, ficticio, como el del Monopoly. La crisis, en fin, parecía haber hundido un castillo de naipes insostenible, cimentado en pies de barro.

Y, así las cosas, ¿cómo han reaccionado nuestras autoridades?
Pues de una manera muy curiosa: poniendo en marcha, de forma inverosímilmente rápida, un plan de salvación del sistema neocapitalista que, sólo en Estados Unidos, se ha cifrado en 750.000 millones de dólares.
Vuelvan al principio de estas notas, por favor.
Terminar con la pobreza extrema que mata, cada año, a millones de personas, costaría 125.000 millones de dólares. Y no estamos, ni de lejos, en el camino para conseguirlo. Sin embargo, en apenas unos días, aparecen 750.000 millones, sólo en Estados Unidos, para salvar la banca.

Llámenme simplista, maniqueo, infantil, soñador, iluso Llámenme lo que quieran, pero piénsenlo y sólo podrán llegar a una conclusión racional: ¿Esto es una ignominia!

Así de sencillo.

Por mi parte, estoy feliz de que se salve el sistema, no se pierdan los ahorros de la gente, podamos cobrar la nómina a final de mes y ver el fútbol el domingo. Me quedo profundamente tranquilo al contemplar que el mundo sigue girando y las Bolsas engordando. Y, sin embargo, no puedo evitar sentir rubor y vergüenza por cómo Occidente está salvando las excrecencias de un sistema corrupto hasta la médula mientras seguimos dejando que, cada cinco segundos, un niño muera de hambre en África.

Tengo esa sensación que te embarga en las noches de verano, cuando te has tomado tres sangrías y te tumbas a mirar el cielo estrellado. Empiezas a pensar en el cosmos, en las distancias siderales y en la vastedad del universo; te abrumas, te levantas y te vuelves a la orza, por otra sangría. Y a la barbacoa, por un pinchito, a charlar con algún amigo y reír con el último chiste del momento.

Así somos.
Ojalá que, al menos, la historia nos juzgue con la severidad que nos merecemos. Porque somos culpables de la muerte de decenas de millones de personas. Si no por acción, sí por omisión. Por omisión. Usted y yo. Somos culpables.

NUEVO TESTAMENTO (Romanos 1, 8-15)

En primer lugar, doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo, a causa de todos vosotros, porque su fe es alabada en el mundo entero.
Dios, a quien tributo un culto espiritual anunciando la Buena Noticia de su Hijo, es testigo de que yo los recuerdo constantemente,
pidiendo siempre en mis oraciones que pueda encontrar, si Dios quiere, la ocasión favorable para ir a visitarlos.

Porque tengo un gran deseo de verlos, a fin de comunicarles algún don del Espíritu que los fortalezca,
mejor dicho, a fin de que nos reconfortemos unos a otros, por la fe que tenemos en común.

Hermanos, quiero que sepan que muchas veces intenté visitarlos para recoger algún fruto también entre ustedes, como lo he recogido en otros pueblos paganos; pero hasta ahora no he podido hacerlo.

Yo me debo tanto a los griegos como a los que no lo son, a los sabios como a los ignorantes.
De ahí mi ardiente deseo de anunciarles la Buena Noticia también a ustedes, los que habitan en Roma.

ESCUELA DE ORACIÓN (SALIDA)

Cristo Jesús, haz que nos forjemos un corazón decidido para que te seamos fieles. Tú, el Resucitado, proyectas sobre nosotros la luz de tu perdón. Este es el don perfecto. Y, cuando nos atrevemos a perdonar, se despierta en nosotros la alegría de Dios.

Jesús, nuestra paz, procúranos la alegría más grande: tener los mismos pensamientos, el mismo amor, una sola alma. (Taizé)