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Etiquetas: oración del jueves

Oración Comunitaria 3/04/2008

INTRODUCCION:

Hoy, unos días después de que hemos celebrado la Resurrección de Jesucristo, os pregunto: ¿Qué significa que el Señor ha resucitado? Pensad que hubiera pasado si todo hubiera terminado en la muerte en cruz de Jesús. Cuando murió todo parecía haber fracasado, había sido derrotado y ahora todo era silencio, tristeza…pero…no, Él resucitó y nos trajo la vida, la alegría, la felicidad. Nosotros también pasamos por momentos tristes, momentos que no entendemos pero la cruz no tiene la última palabra… Él resucita en nuestra vida. Igual que los discípulos de Emaús que estaban desesperados porque su Señor había muerto, así también nos sentimos nosotros a veces… Todo lo vemos oscuro y no nos damos cuenta de que Él camina siempre a nuestro lado. Digamos todos juntos: OH ALTO…


SALMO:

El Señor es mi alabanza en la gran asamblea,
cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan:
viva su corazón por siempre.
Lo recordarán y volverán al Señor
hasta de los confines del orbe ;
en su presencia se postrarán
las familias de los pueblos.
Porque del Señor es el reino,
él gobierna a los pueblos.
Ante él se inclinarán los que bajan al polvo.
Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,
hablarán del Señor a la generación futura,
contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
todo lo que hizo el Señor.


NOTICIA:


Conmemoración del III Aniversario de la muerte de Juan Pablo II (elaboración propia).

"¡No tengáis miedo, abrid, más aún, abrid de par en par las puertas a Cristo!" Juan Pablo II era un convencido de que se debe confiar en el hombre, desde la humilde aceptación de su contingencia y también de su ser pecador, pero dirigiendo desde allí la mirada al único horizonte de esperanza que es el Señor Jesús.

Él mismo explicaba el impulso interior que lo llevó a recorrer tantos kilómetros: «En nombre de toda la Iglesia, siento imperioso el deber de repetir este grito de san Pablo («Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe: Y ¡ay de mi si no predicara el Evangelio!»). “Desde el comienzo de mi pontificado he tomado la decisión de viajar hasta los últimos confines de la tierra para poner de manifiesto la solicitud misionera; y precisamente el contacto directo con los pueblos que desconocen a Cristo me ha convencido aún más de la urgencia de tal actividad”».

“Veinte años de experiencia me han hecho comprender que, gracias a las visitas parroquiales del obispo, cada parroquia se inscribe con más fuerza en la más vasta arquitectura de la Iglesia y, de este modo, se adhiere más íntimamente a Cristo”. He allí la razón última de todos sus viajes: construir y fortalecer a la Iglesia de Cristo, buscando que las diversas comunidades de fieles en el mundo entero se adhiriesen más firmemente al Señor Jesús, fortaleciendo asimismo la unidad de la Iglesia toda, el Cuerpo de Cristo.

Juan Pablo II se propuso el gran objetivo de posicionar a la Iglesia como faro y guía del mundo contemporáneo. Ello mediante:

1) Ecumenismo: mediante el diálogo y el encuentro con las demás iglesias cristianas y todas y cada una de las confesiones religiosas.

2) Compromiso ético y social: asumiendo la defensa de la dignidad de la persona y los derechos humanos, así como la promoción de la diversidad cultural de los pueblos y el impulso de la justicia social y la moral personal.

3) Lucha por la paz: a través de la mediación en múltiples conflictos y la condena enérgica de la guerra y la carrera de armamentos, así como la incentivación de iniciativas de reconciliación y el combate de las desigualdades.

En noviembre de 1985, como consecuencia de la tragedia de Armero en Tolima, Colombia, Juan Pablo II visito este país y fue al lugar de los hechos, y frente a una gran cruz oró por un rato y nombró el sitio como lugar santo en honor a los 25.000 muertos de esa trágica escena que tuvo que vivir el pueblo colombiano.

En la primavera de 2000 pudo por fin pisar Tierra Santa. Durante ese viaje, Juan Pablo II, el primero en reconocer los derechos nacionales del pueblo palestino y entablar relaciones diplomáticas plenas con Israel, ofició misa en la Plaza del Pesebre de Belén, pidió perdón en el Muro de las Lamentaciones y en el Museo del Holocausto por los errores cometidos por los cristianos que persiguieron a los judíos y celebró misa en el Santo Sepulcro.

Quizás el mayor y el mejor de sus milagros sea lo querido que fue y sigue siendo por tantos, especialmente, por los jóvenes, por los familias, por los pobres y por los enfermos. Y el "secreto" de este amor no sea quizás otro que las ya glosadas fidelidad y dedicación totales y hasta el extenuante final con que ofrendó su persona, su vida y su misión y que constituyen para nosotros toda una lección y magnífico un modelo a seguir. Todo esto en respuesta al amor primero que él recibió de Dios y que, posteriormente supo transmitir a los hombres.

LECTURADELEVANGELIO:

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quien perdonéis los pecados, les quedan perdonados.»

Jn 20, 19-23

Cristo, por tu resurrección abres a todos los seres humanos las puertas del Reino, has confirmado la fe de tus discípulos y les has enviado al mundo, nos has reconciliado en tu paz, sanas nuestra humanidad y le das la vida eterna. Por tu resurrección te has convertido en el primero de los seres vivos.

Con Francisco decimos todos juntos: TE ADORAMOS…