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Etiquetas: oración del jueves

Oración Comunitaria 21/11/2019

Oración 21 de noviembre de 2019: Adoración Cruz de Lampedusa

Introducción:
El 8 de julio de 2013 el papa Francisco hizo su primer viaje fuera de Roma a la isla de italiana de Lampedusa. Días antes había naufragado un barco con refugiados de los que 349 murieron. Se calcula que en los últimos veinte años han muerto cerca de 20.000 personas entre Libia e Italia. Allí el pontífice expresó las siguientes palabras: “¿Dónde está tu hermano? ¿Quién es el responsable de esta sangre? ¡Ninguno! Todos responden igual: no he sido yo, yo no tengo nada que ver… Hemos caído en la globalización de la indiferencia”.
El 9 de abril de 2014, la fundación italiana Casa del Espíritu y de las Artes presentó al papa una cruz hecha con tablas de barcos naufragados frente a Lampedusa. El papa la bendijo y les encargó: “Llevadla por todas partes”. Desde entonces esta cruz ha recorrido varias diócesis de Italia, de España y del mundo. Hoy está aquí para recordarnos el drama de las migraciones y la muerte de tantos refugiados. Ante esta cruz… GUARDA SILENCIO, REFLEXIONA, REZA, DECIDE QUÉ PUEDES HACER TÚ.

Comenzamos con Francisco diciendo: Oh Alto y Glorioso Dios…

SALMO 9
Te doy gracias, Señor, de todo corazón, 
proclamando todas tus maravillas;
me alegro y exulto contigo, 
y toco en honor de tu nombre,
oh Altísimo.Porque mis enemigos retrocedieron,
cayeron y perecieron ante tu rostro.
Defendiste mi causa y mi derecho,
sentado en tu trono como juez justo.
Dios está sentado por siempre
en el trono que ha colocado para juzgar.
Él juzgará el orbe con justicia
y regirá las naciones con rectitud.
Él será refugio del oprimido,
su refugio en los momentos de peligro.
Confiarán en ti los que conocen tu nombre,
porque no abandonas a los que te buscan.
Tañed en honor del Señor, que reside en Sión;
narrad sus hazañas a los pueblos; él venga la sangre,
él recuerda
y no olvida los gritos de los humildes...
Él no olvida jamás al pobre,
ni la esperanza del humilde perecerá.
Levántate, Señor, que el hombre no triunfe:
sean juzgados los gentiles en tu presencia.
Señor, infúndeles terror,
y aprendan los pueblos que no son más que hombres.
¿Por qué te quedas lejos, Señor,
y te escondes en el momento del aprieto?
En su soberbia el impío oprime al infeliz
y lo enreda en las intrigas que ha tramado.
Levántate, Señor, extiende tu mano,
no te olvides de los humildes.
¿Por qué ha de despreciar a Dios el malvado,
pensando que no le pedirá cuentas?...
Señor, tú escuchas los deseos de los humildes,
les prestas oído y los animas;
tú defiendes al huérfano y al desvalido:
que el hombre hecho de tierra no vuelva a sembrar su terror.

NOTICIA:
Sin perder nunca de referencia que los pobres «no son números a los que recurrir para alardear», hay que prestarles «nuestras manos para reincorporarse»
En su mensaje para la III Jornada Mundial de los Pobres, que se celebró el domingo, el Papa subraya que, aunque las iniciativas asistenciales para atender sus necesidades materiales son «encomiables y necesarias», hay que ir más allá, mirar en «sus corazones» e intentar así «devolver la esperanza».
Estas personas, denuncia Francisco, «deambulan de una parte a otra de la ciudad, esperando conseguir un trabajo, una casa, un poco de afecto...», muchas veces sin ningún tipo de ayuda, y al final «no se les permite ver el final del túnel de la miseria». Unos quieren deshacerse de ellas porque estropean el paisaje urbano; otros parecen inmunizados frente a sus desgracias y pasan de largo como si no existieran. El creyente, por el contrario, debería conmoverse porque en ellas ve «el rostro de Jesucristo». Y debería actuar en Consecuencia.
Como señala el propio Jesús en el Evangelio, «lo que hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis». Hay que acercase ellos sin miedos ni prejuicios y detenerse a escucharlos. Sin perder nunca de referencia que «no son números a los que recurrir para alardear», prosigue el Papa, hay que prestarles «nuestras manos para reincorporarse, nuestros corazones para sentir de nuevo el calor del afecto, nuestra presencia para superar la soledad». Se trata de amarlos.
El Sucesor de Pedro destacó hace unos días, con motivo del 50 aniversario del Secretariado para la Justicia Social y la Ecología de la Compañía de Jesús, que esta actitud hay que tenerla con otros «crucificados de nuestro tiempo». Con los que se encuentran en un mundo en el que, a pesar de haberse producido muchos avances, «subsiste la trata de personas», las guerras que provocan persecución, migrantes que lo dejan todo en busca de un futuro mejor y, en medio «abundan las expresiones de xenofobia y la búsqueda egoísta del interés nacional» y «la desigualdad crece».
Para reconocer el rostro de Jesús en estos crucificados, a veces muy cercanos, lo primero es conocer cada día un poco mejor al Señor. Desde la oración uno se ve obligado a pasar a la acción. Solo cuando la acción viene de la oración, se evita el riesgo de caer en un asistencialismo de corto recorrido.

EVANGELIO: Lc 16, 19-31
Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo: “Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”. Pero Abrahán le dijo: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado. Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”. Él dijo: “Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”. Abrahán le dice: “Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”. Pero él le dijo: “No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”. Abrahán le dijo: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».

ADORACIÓN DE LA CRUZ (durante la adoración entonamos cantos de Taize y se va leyendo despacio en fragmentos intercalando silencios el texto siguiente:
Esta Cruz representa a Cristo crucificado y con Él a tantos crucificados de nuestro tiempo que sufren tortura, persecución, muerte por causa del egoísmo de unos, de la indiferencia de otros. Con el gesto de la adoración de la Cruz, reafirmamos nuestro compromiso de seguir a Cristo, de descubrirlo en tantos sufrientes que hay hoy en nuestro mundo y reforzamos nuestro propósito de aliviar su dolor compartiendo, consolando, acogiendo. Ojalá que su llegada a Granada sirva para DESINSTALARNOS de nuestras rutinas y nuestras prisas, y poder VIVIR UN VERDADERO ENCUENTRO que nos lleve a abrir el corazón al Cristo crucificado hoy en nuestros hermanos inmigrantes y refugiados. Contemplando su derecho a no tener que emigrar y a poder emigrar si lo necesitan para sobrevivir.
Ojalá la Cruz de Lampedusa sea un acicate para nuestras vidas y podamos construir un mundo que no sea cómplice de la “globalización de la indiferencia” eliminando las causas que provocan tanto sufrimiento.
Hoy estamos invitados a ACOGER LA CRUZ, abrir nuestro tiempo y nuestros espacios para dejar que ella nos hable, nos interpele, nos transforme, nos aliente a construir un mundo de hermanos, pasando de la vergüenza al compromiso: ACOGER, PROTEGER, PROMOVER E INTEGRAR A LOS EMIGRANTES Y REFUGIADOS
En la Cruz reconocemos nuestra esperanza. El madero que vemos no está seco, sino que tiene vida. Desde esta Cruz nuestra vida tiene esperanza. En la Cruz no hay tristeza sino compromiso. El sufrimiento es entrega total para lograr la felicidad.
Por eso nos disponemos a adorar la Cruz. No adoramos la muerte, no adoramos la tristeza, no adoramos la injusticia. Adoramos el compromiso total de esa Cruz. Adoramos la solidaridad radical en Jesús que de ahí se desprende. Adoramos la esperanza de la vida que infunde. Adoramos al Dios que se entrega en la Cruz a todos los hombres por amor.

PADRE NUESTRO

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