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Etiquetas: oración del jueves

Oración Comunitaria 21/06/2018

ESCUELA DE ORACIÓN
El Señor nos llama a cada uno de nosotros por nuestro nombre, porque cada uno de los seres humanos somos únicos e irrepetibles. Todos tenemos derecho a vivir en cualquier país y ser reconocido como persona. Las fronteras deben desaparecer, la solidaridad debe triunfar. Como los primeros cristianos, hay que poner en común lo que se nos ha dado para, en común, repartir a quien no tiene, e igualar al ser humano. Cristo así lo hizo, la Palabra así nos lo dice, y todos estamos llamados a acoger, a abrazar , a comprender , a consolar , como el Padre que es Misericordioso con todos sus hijos.

Con Francisco comenzamos diciendo: Oh Alto y Glorioso Dios….

PRIMERA LECTURA:(Génesis 18, 1-10)
Yavé se presentó a Abraham junto a los árboles de Mambré mientras estaba sentado a la entrada de su tienda, a la hora mas calurosa del día. Al levantar sus ojos vio a tres hombres que estaban parados a poca distancia. En cuanto los vio, corrió hacia ellos y se postró en tierra diciendo: –Señor mío, si haces el favor, te ruego que no pases al lado de tu servidor sin detenerte. Haré traer un poco de agua para que se laven los pies, y descansen bajo estos árboles. Les haré traer un poco de pan para que recuperen sus fuerzas, antes de proseguir el viaje.
–Bueno, está bien –contestaron ellos.
Abraham entró en su tienda de campaña y dijo a Sara:
–¡Date prisa! Toma unos veinte kilos de la mejor harina y haz unos panes. Luego Abraham corrió a donde estaba el ganado, escogió el mejor de los becerros y se lo dio a uno de sus sirvientes, quien lo preparó inmediatamente para la comida. Además del becerro, Abraham les ofreció cuajada y leche, y estuvo atento a servirles mientras ellos comían debajo del árbol.
Al terminar de comer, los visitantes preguntaron a Abraham:
–¿Dónde está tu esposa Sara?
–Allí, en la tienda de campaña –respondió.
Entonces uno de ellos dijo:
–El año próximo volveré a visitarte, y para entonces tu esposa Sara tendrá un hijo.

NOTICIA: Acoger es un deber que nos humaniza
No nos podemos quedar en hermosos discursos. El Papa Francisco nos recuerda que «la pobreza nos desafía todos los días con sus muchas caras marcadas por el dolor, la marginación, la opresión, el tráfico de personas y la esclavitud, el exilio, la miseria y la migración forzosa»
Se calcula que son 280 millones los seres humanos a los que se les ha robado su lugar en el mundo y se ven obligados a huir del hambre, la tortura, las guerras…, etc. Son personas forzadas a abandonar sus casas y sus tierras arrasadas para deambular por los caminos del mundo como emigrantes y refugiados en busca de un trabajo digno, de ayuda humanitaria o de protección internacional.
España sigue siendo uno de los estados donde es más difícil obtener la condición de refugiado para personas que huyen claramente de conflictos armados o de otras persecuciones contempladas legalmente como objeto de protección como refugiados. Lo cual provoca que centenares de personas procedentes de Malí, República Centroafricana, Libia o Siria, se encuentren desde hace tiempo, como «emigrantes en situación irregular» en nuestros barrios, calles o centros de internamiento.
Esta situación descrita como otras de sufrimiento humano masivo y extremo son, para nosotros los cristianos, revelación, presencia y llamada de Dios. Lo que llamamos desde el Concilio Vaticano II, signo de los tiempos. En las fronteras de la vida es donde más necesitamos un toque de humanidad y un buen toque de evangelio para aprender a leer la realidad con los ojos de Dios y de los pobres, a leer la historia, siempre desde abajo, nunca desde arriba.
Cada forastero es una oportunidad única de encuentro con Jesucristo, que se identifica con el extranjero acogido o rechazado en cualquier época de la historia (Mt. 35,43).Tal como reconoce la Conferencia Episcopal Española en su documento ‘La Iglesia española y los emigrantes’, nadie puede permaneces ajeno ni indiferente ante un fenómeno de tal envergadura.
Por ello, ante los dramáticos acontecimientos vividos estos días, y que previsiblemente se pueden repetir en el futuro, los cristianos que hemos venido participando, junto a otros colectivos, entidades civiles y confesiones religiosas, en la búsqueda de soluciones dignas a los problemas planteados, y que además, hemos colaborado con el Área Municipal de Servicios Sociales en la elaboración de un Protocolo de Emergencias para actuar con eficacia en casos parecidos, hemos visto conveniente hacer esta reflexión en voz alta y haciendo una llamada a nuestra Iglesia Diocesana en su conjunto, para que, entre todos, vayamos creando espacios abiertos de fraternidad, donde frente a la globalización de la indiferencia, fomentemos la cultura del encuentro.
El Papa nos dice : «¡Abrid las parroquias a los refugiados!» Por todo lo cual, quisiéramos proponer, en concreto dos cosas:
1).- Tengamos una actitud generosa y estemos dispuestos a abrir las puertas de nuestras casas y ofrecer, como personas, entidades o comunidades todos los recursos disponibles, sobre todo, lo espacios que tenemos infrautilizados e incluso, totalmente vacíos.
Sobre todo, son necesarias nuestras aportaciones destinadas a paliar las necesidades de alojamiento, alimentación y acompañamiento. No lo olvidemos: acoger es un deber que nos humaniza.
2).- Asistamos el mayor número de cristianos posibles a la Vigilia de Oración por los migrantes y refugiados que se celebrará el viernes 22 de junio a las 21,00 horas en la parroquia de San Justo y Pastor.

EVANGELIO: (Mateo 6, 24-34)
Dijo Jesús a sus discípulos: No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen y donde los ladrones abren boquetes y roban. Porque donde está tu tesoro allí está tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo esta sano, tu cuerpo entero tendrá luz; pero si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Si pues, la luz que hay en tí está oscura, ¡cuanta será la oscuridad!

SALIDA:
Salvador de toda vida, incluso en lo profundo de nuestras contradicciones, se oye tu voz. Tú nos dices: ¡Ábrete! Y cuando casi no tenemos palabras para rezar, una sola palabra puede ser suficiente.

Con Francisco terminanos diciendo: " Te adoramos, ...."