Oración Comunitaria 31/05/2018
Ambientación
En esta tarde de Corpus, día de la caridad, en que celebramos que Cristo, haciéndose cercano a nosotros se queda con nosotros en forma de pan y se deja comer para ser nuestro alimento vital, nos reunimos para encontrarnos con Él para que, desde la cercanía, sea Él quien nos lleve. Siempre que buscamos a Dios, Él sale a nuestro encuentro. Francisco de Asís nos enseña a buscar permanentemente a Dios, a ponernos en sus manos y preguntarle “Señor, ¿qué quieres que haga”?. Unidos a su voz pedimos fe, esperanza y caridad diciendo: Oh Alto y glorioso…
Canto: A mi encuentro (opción B:
Tú sales siempre, sales siempre.
Tú, a mi encuentro, sales siempre.
Tú sales siempre, cada mañana,
A buscar a este mundo perdido,
a curar los corazones malheridos,
a sanar lo que está enfermo, a dar vida a lo que ha muerto,
a cambiar nuestra mentalidad
Salmo 62
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Oh, Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
Canto: Tú vives en mí
Tu vives en mí.
No permitas que apague tu voz
Y ayúdame a ser reglejo de tu amor
Para que todos puedan verte, Señor
Noticia: El 68 desde el Trastévere. 'ABC - Alfa y Omega' - 2018-05-31
Manuel María Bru
Apenas tenía 18 años cuando un joven romano llamado Andrea Riccardi descubrió, en aquella revolución cultural de la primavera de 1968, que el Evangelio era el manifiesto revolucionario más radical conocido y por conocer. Y junto a otros estudiantes lo leía y se atrevía a vivirlo «sin glosa», como el Pobrecillo de Asís siete siglos antes, en un oratorio del entonces marginal barrio romano del Trastévere. Aquel oratorio dio nombre a la Comunidad de Sant’Egidio, hoy presente en todos los continentes, mostrando una Iglesia no solo para los pobres, sino de los pobres, que forman parte de la comunidad por los lazos de una amistad sin límites. En los años 80 y 90 del siglo pasado muchos la llamaron «la ONU del Trastévere», porque consiguió por su mediación la paz en algunos países en guerra. Ya en el siglo XXI, está en la primera línea de la acogida a emigrantes, refugiados
y desfavorecidos, del diálogo ecuménico e interreligioso, y de la reivindicación de las causas humanas más básicas, como la eliminación de la pena de muerte.
Tal vez aquel grupo de jóvenes fue el que hizo la revolución cultural del 68 más auténtica y efectiva de todas. Y sin duda la razón está en que al revés de su manifiesto, el Evangelio escrito hace 2.000 años pero siempre nuevo, todos los demás manifiestos revolucionarios de aquel Mayo del 68, 50 años después, nos parecen viejos, inadaptables a hoy, cuando no fracasados.
Recuerda Riccardi que cuando él estudiaba, la frase tópica de salir del mundo burgués y entrar en relación con la clase obrera le daba la impresión de ser un discurso muy cerrado e ideológicamente rígido. Buscaba otra cosa: «En los 70 nos preocupábamos por cambiar el mundo, pero sabíamos que no tendríamos grandes dificultades para encontrar un trabajo. Los jóvenes de hoy no. Entonces existía entre nosotros una intensa demanda de compromiso social, pero hoy hay una demanda directamente espiritual. El chaval de los años 70 descubría primero el deseo de ser para los demás, y solo después se abría a una dimensión espiritual. Hoy ocurre lo contrario. En esta sociedad mediática en la que todos gritan, el joven calla. Pero no por eso están más contentos que los que antes gritábamos. No te dicen a la cara lo que piensan. Pero quieren decírtelo. Basta saber escucharles».
Por eso esta red de oración, fraternidad y transformación social y cultural que inició Riccardi hace medio siglo sigue siendo novedosa y atractiva, incluso para la oculta rebeldía de los jóvenes de hoy; porque no nace de ninguna ideología.
Canto: Ubi caritas
Canto:
Evangelio:Marcos 14, 12-16, 22-26
El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?». Él envió a dos discípulos diciéndoles: «Id a la ciudad, os saldrá al paso un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa adonde entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Os enseñará una habitación grande en el piso de arriba, acondicionada y dispuesta. Preparádnosla allí». Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la Pascua.
Mientras comían, tomó el pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo». Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo: «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios». Después de cantar el himno, salieron para el monte de los Olivos.
Canto: Dame de tu pan, dame de beber
Oración de los fieles
Padre nuestro
Envío:
El Señor cuenta con nosotros para hacer posible su Reino en la tierra, la familia universal de los hijos de Dios. Nos deja su Palabra que nos guía, nos deja su Espíritu que nos impulsa, y nos deja su Cuerpo y Sangre que nos alimentan. ¿Qué más podemos pedir? Solo nos falta salir y que cada momento, cada acto que llevemos a cabo, cada gesto, sea una continua alabanza al Dios de la vida, como lo fue la de Francisco de Asís. Con él concluimos diciendo juntos: Te adoramos…
Canto: Nada nos separará del amor de Dio