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Etiquetas: oración del jueves

Oración Comunitaria 30/03/2017

Escuela de oración:
 Como cada jueves nos reunimos en comunidad para presentar a Jesús nuestra vida. Seguimos recorriendo el camino hacia la Pascua, que ya se divisa en el horizonte, apremiándonos a celebrarla con un Corazón nuevo.
 Danos, Señor, valentía y serenidad para saber vivir con paz las dificultades que encontramos cada día. Danos el espíritu que sostuvo tus pasos para que no nos rindamos nunca, aunque nos sintamos rechazados, y pongamos nuestra vida al servicio del Reino.

 Con Francisco, comenzamos diciendo: "OH ALTO Y GLORIOSO DIOS..."

Primera Lectura: (Ex 32, 7-14)
 Entonces Yahvé dijo a Moises: "Vuelve y baja porque tu pueblo ha pecado. Bien pronto se ha apartado del camino que yo les había indicado. Se han hecho un ternero de metal fundido y se han postrado ante él. Le han ofrecido sacrificios y han dicho: Israel, aquí están tus dioses que te han sacado de Egipto".
 Moises suplicó a Yahvé con estas palabras: "Oh Yahvé, ¿como podrías enojarte con tu pueblo, después de todos los prodigios que hiciste para sacarlo de Egipto? ¿O quieres que los egipcios digan: Yahvé los ha sacado para matarlos en los cerros y suprimirlos de la tierra? Aplaca tu ira y renuncia a castigar a tu pueblo. Acuerdate de tus servidores, Abraham, Isaac y Jacob y de las promesas que le hiciste. Pues juraste por tu propio Nombre: "Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu raza la tierra que te prometí, para que sea de ellos para siempre".
 Así pues, Yahvé renunció a destruir a su pueblo, como lo había anunciado.

Discurso del Papa Francisco a los líderes de la Unión Europea
Distinguidos invitados:
  Les doy las gracias por su presencia aquí, en el 60 aniversario de la firma de los Tratados constitutivos de la Comunidad Económica Europea.
  Volver a Roma no es solo un viaje al pasado sino que debe significar el deseo de redescubrir la memoria viva de ese evento para comprender su importancia en el presente. Después de la II Guerra Mundial, los líderes de la época tuvieron fe en las posibilidades de un futuro mejor, «no pecaron de falta de audacia y no actuaron demasiado tarde. El origen de la idea de Europa es «la figura y la responsabilidad de la persona humana con su fermento de fraternidad evangélica, [...] con su deseo de verdad y de justicia».
  Uno de los peligros de estos Tratados era que quedasen en letra muerta. Había que llenarlos de espíritu que les diese vida. Y el primer elemento de la vitalidad europea es la solidaridad, tan necesaria hoy. Ese espíritu es muy necesario ahora, para hacer frente a la tentación de reducir los ideales fundacionales de la Unión a las exigencias productivas, económicas y financieras.
 En un mundo que conocía bien el drama de los muros y de las divisiones, se tenía muy clara la importancia de trabajar por una Europa unida y abierta. ¡Cuánto se ha luchado para derribar ese muro! Sin embargo, hoy se ha perdido la memoria de ese esfuerzo y la conciencia del drama de las familias separadas. Ahora se discute sobre cómo dejar fuera los «peligros» de nuestro tiempo: comenzando por la larga columna de mujeres, hombres y niños que huyen de la guerra y la pobreza, que sólo piden tener la posibilidad de un futuro para ellos y sus seres queridos.
 A menudo se olvida también otra gran conquista de los tratados de 1957: el tiempo de paz más largo de los últimos siglos. «Pueblos que a lo largo de los años se habían enfrentado, ahora, sin embargo, están unidos por la riqueza de sus peculiaridades nacionales".
 Juan Pablo II afirmaba "el alma de Europa permanece unida porque, además de su origen común, tiene idénticos valores cristianos y humanos, como son los de la dignidad del hombre, del sentimiento de justicia y libertad, de laboriosidad, de espíritu de iniciativa, de amor a la familia, de respeto a la vida, de tolerancia y de deseo de cooperación y de paz, que son notas que la caracterizan». En este nexo se podrán edificar sociedades auténticamente laicas, sin contraposiciones ideológicas, en las que encuentran igualmente su lugar el oriundo, el autóctono, el creyente y el no creyente.
 La actual crisis económica, esconde el miedo y la profunda desorientación del hombre de hoy. Por esto, nuestro tiempo es un tiempo de discernimiento, que nos invita a valorar lo esencial y a construir sobre ello; es tiempo de desafíos y de oportunidades. Europa encuentra de nuevo esperanza cada vez que pone al hombre en el centro y en el corazón de las instituciones. Europa es una familia de pueblos y, como en toda buena familia, existen susceptibilidades diferentes, pero todos podrán crecer en la medida en que estén unidos. Hoy la Unión Europea tiene necesidad de redescubrir el sentido de ser ante todo «comunidad» de personas y de pueblos, consciente de que «el todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas»,.
  Europa vuelve a encontrar esperanza cuando invierte en el desarrollo y en la paz. El desarrollo abarca a todo el ser humano: la dignidad de su trabajo, condiciones de vida adecuadas, el acceso a la educación  y a los necesarios cuidados médicos.
 Europa vuelve a encontrar esperanza cuando se abre a los jóvenes, ofreciéndoles perspectivas serias de educación y trabajo. Cuando invierte en la familia. Cuando respeta la conciencia y los ideales de sus ciudadanos. Cuando garantiza la posibilidad de tener hijos, con la seguridad de poderlos mantener. Cuando defiende la vida con toda su sacralidad.
 También hoy, tras sesenta años de existencia, la Unión Europea está llamada a curar los inevitables achaques que vienen con los años y a encontrar nuevas vías para continuar su propio camino. Su éxito dependerá de la voluntad de trabajar juntos y del deseo de apostar por el futuro.
 Por mi parte, renuevo la cercanía de la Santa Sede y de la Iglesia a Europa entera, a cuya edificación ha contribuido desde siempre y contribuirá siempre, invocando sobre ella la bendición del Señor, para que la proteja y le dé paz y progreso. 

 Evangelio (Jn 12, 23-25)
Jesús dice: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que desprecia su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna.

Salida: 
Cristo, permaneciendo fiel hasta la muerte, tú nos muestras el camino del amor más grande.
Cristo, tomando sobre ti el peso del pecado, tú nos revelas el camino de la bondad.
Cristo, rezando por quienes te crucificaron, tú nos conduces a un perdón sin medida.
Cristo, abriendo el paraíso al ladrón arrepentido, tú enciendes en nosotros la esperanza.
Cristo, ven a ayudarnos en nuestra poca fe.
Cristo, crea para nosotros un corazón puro, renueva y consolida nuestro espíritu.
Cristo, cerca está tu Palabra, que ella nos habite y nos guarde siempre.

Con FRANCISCO terminamos diciendo: "Te adoramos Cristo y te bendecimos..."