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Etiquetas: oración del jueves

Oración Comunitaria 11/08/2016

Ambientación:
Hoy 11 de agosto, día de Santa Clara de Asís, siguiendo su actitud y su carisma, queremos despojarnos de todo, descubrir que nuestra única riqueza es Dios, renunciando a todo lo accesorio, abandonándonos a la divina providencia. Jesús, nuestra paz, si nuestros labios permanecen en silencio, nuestro corazón te escucha y también te habla. Tú nos dices a cada uno: abandónate simplemente a la vida del Espíritu Santo, tu poca fe basta. Pon tu mente en el espejo de la eternidad, pon tu alma en el esplendor de la gloria, pon tu corazón en la figura de la divina sustancia

Canto: "Nada te turbe"

Salmo 15
Tú, Señor, eres el lote de mi heredad
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor_ "Tú eres mi bien". El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.
Tú, Señor, eres el lote de mi heredad

Canto: El Señor es mi fortaleza (o Pongo mi vida en tus manos)

Noticia: De la Regla de las hermanas pobres de San Damián[CAPÍTULO VI] 1Después que el altísimo Padre celestial se dignó iluminar con su gracia mi corazón para que, siguiendo el ejemplo y la enseñanza de nuestro muy bienaventurado padre san Francisco, yo hiciera penitencia, poco después de su conversión, junto con mis hermanas le prometí voluntariamente obediencia.
Y el bienaventurado Padre, considerando que no teníamos miedo a ninguna pobreza, trabajo, tribulación, menosprecio y desprecio del siglo, antes al contrario, que los teníamos por grandes delicias, movido a piedad, escribió para nosotras una forma de vida en estos términos: «Ya que por divina inspiración os habéis hecho hijas y siervas del altísimo y sumo Rey, el Padre celestial, y os habéis desposado con el Espíritu Santo, eligiendo vivir según la perfección del santo Evangelio, quiero y prometo tener siempre, por mí mismo y por mis hermanos, un cuidado amoroso y una solicitud especial de vosotras como de ellos.» Lo que cumplió diligentemente mientras vivió, y quiso que fuera siempre cumplido por los hermanos.
Y para que jamás nos apartásemos de la santísima pobreza que habíamos abrazado, ni tampoco lo hicieran las que tenían que venir después de nosotras, poco antes de su muerte de nuevo nos escribió su última voluntad diciendo: «Yo, el hermano Francisco, pequeñuelo, quiero seguir la vida y la pobreza del altísimo Señor nuestro Jesucristo y de su santísima Madre, y perseverar en ella hasta el fin; y os ruego, mis señoras, y os doy el consejo de que siempre viváis en esta santísima vida y pobreza. Y protegeos mucho, para que de ninguna manera os apartéis jamás de ella por la enseñanza o consejo de alguien.»
Y así como yo siempre he sido solícita, junto con mis hermanas, en guardar la santa pobreza que hemos prometido al Señor Dios y al bienaventurado Francisco, así también las abadesas que me sucedan en el oficio y todas las hermanas estén obligadas a observarla inviolablemente hasta el fin: a saber, no recibiendo o teniendo posesión o propiedad por sí mismas ni por interpuesta persona, ni tampoco nada que pueda razonablemente llamarse propiedad, a no ser aquel tanto de tierra que necesariamente se requiere para el decoro y el aislamiento del monasterio; 15y esa tierra no se cultive sino como huerto para las necesidades de las mismas hermanas.

Canto: Oh pobreza, fuente de riqueza

Evangelio: Marcos 10, 17-31 17 Cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?». 18 Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. 19 Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre». 20 Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud». 21 Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme». 22 A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico. 23 Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!». 24 Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! 25 Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios». 26 Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién puede salvarse?». 27 Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo». 28 Pedro se puso a decirle: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». 29 Jesús dijo: «En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o 10 — BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS — - 14 - hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, 30 recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más —casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones— y en la edad futura, vida eterna. 31 Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros».

Canto: En los pobre yo te vi

BENDICIÓN DE SANTA CLARA
El Señor os bendiga y os guarde. Os muestre su rostro y tenga misericordia de vosotros. Entre los múltiples dones que hemos recibido y diariamente recibimos del que nos da con esplendidez, el Padre de las misericordias, y por los que mayormente debemos dar gracias al mismo Padre glorioso, está el de nuestra vocación.
Yo Clara, esclava de Cristo y pequeña planta de nuestro beatísimo padre San Francisco, hermana y madre vuestra y de las demás Hermanas Pobres, aunque indigna, ruego a nuestro Señor Jesucristo, por su misericordia, que el Padre celestial os conceda y confirme en el cielo y en la tierra, ésta su santísima bendición.
Os bendigo en mi vida y después de mi muerte, cuanto puedo y más de lo que puedo, con todas las bendiciones con las que el Padre de las misericordias ha bendecido y bendecirá a sus hijos e hijas en el cielo y en la tierra
Sed siempre amantes de Dios y de vuestras almas y de todas vuestras hermanas, y sed siempre solícitas en observar lo que habéis prometido al Señor.
El Señor esté siempre con vosotras, y ojalá que vosotras estéis siempre con Él. Amén.

Canto:Laudato si, oh mi Signore