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Etiquetas: oración del jueves

Oración Comunitaria 25/11/2004

  • Escuela de oración

    VI.- EL CUIDADO DE LA ORACION CRISTIANA
    112.- En esta última parte de nuestra Carta Pastoral queremos plantearnos de manera más práctica y concreta qué podemos hacer para cuidar mejor la oración en nuestra vida personal, en el hogar y en la comunidad cristiana.

    En la vida personal

    113.-La primera responsabilidad de todos es cuidar nuestra propia oración personal, sin limitarnos solamente a participar en las celebraciones litúrgicas o a rezar con otros de vez en cuando. Cada uno hemos de escuchar la invitación de Jesús: “Tu, cuando quieras orar, métete en tu cuarto… y ora a tu Padre que está en lo escondido” (Mt, 6, 6).
    • Asegurar el recogimiento
    114.- Los hombres y mujeres de hoy hemos aprendido muchas cosas, pero, a veces, no sabemos llegar hasta nuestro interior. La vida moderna nos dispersa en mil ocupaciones, contactos e impresiones. Necesitamos de vez en cuando “encontrarnos con nosotros mismos”. El recogimiento es un proceso que nos lleva de lo superficial a lo más profundo de nosotros, de la exterioridad hacia el interior, de la dispersión a la unificación. Así aconsejaba san Agustín: “No salgas de ti, en el hombre interior habita la verdad”

  • AT: salmo 119/118
    Dichosos los que guardan los preceptos del Señor y lo buscan de todo corazón, que no cometen iniquidad y siquen sus caminos. Tú mandaste que tus decretos se observen exactamente. Ojalá estén firmes mis caminos para cumplir tus órdenes. Te daré gracias con sincero corazón cuando aprenda tus justos mandamientos. ¡Bendito eres, Señor! enséñame tus normas. Mis labios recitarán todo lo que manda tu boca. En el camino de tus preceptos disfruto más que con cualquier fortuna. Voy a meditar tus decretos y a fijarme en tus sendas. Tú eres mi delicia: no me olvido de tu palabra.


  • Noticia: Ser disponible( Leonardo Boff)

    Hizo de todo en la vida. Fue ateo, marxista, mercenario de la Legión Extranjera. En las guerras mató a mucha gente. De repente se convirtió. Se hizo monje sin salir del mundo. Se puso a trabajar como estibador y dedicaba todo el tiempo libre a la oración y a la meditación. Curiosamente tenía una manera personal de rezar. Pensaba "si Dios se hizo hombre en Jesús, entonces fue como nosotros: hacía pis, lloriqueaba pidiendo mamar, hacía pucheros cuando algo le molestaba, como el pañal mojado". Jesús primero habría querido más a María, luego más a José, cosas que explica Freud. Y fue creciendo como nuestros niños. Rezaba también a Nuestra Señora imaginando cómo ella acunaba a Jesús, cómo lavaba los pañales en el tanque, cómo cocinaba la papilla para el Niño y los guisos fuertes para el buen José. Y se alegraba interiormente con tales ideas porque las sentía y vivía como conmoción del corazón. Y lloraba con frecuencia de alegría espiritual. Después decidió hacerse religioso, de la orden de los Hermanitos de Foucauld, de esos que viven pobres en medio de los más pobres. Continuó en el mundo. De tarde en tarde se reunía con su fraternidad. Creó una pequeña comunidad en la peor favela de la ciudad. Tenía pocos discípulos, apenas tres, que acabaron marchándose. Solo, se agregó entonces a una parroquia que hacía trabajo popular. Trabajaba con los sin-tierra y con los sin-techo. Valiente, organizaba manifestaciones públicas frente a la Alcaldía y promovía ocupaciones de terrenos baldíos. Y cuando los sin-tierra y los sin-techo conseguían establecerse, hacía hermosas celebraciones ecuménicas con muchos símbolos. Y todos los días, hacia las 10 de la noche, entraba en la iglesia oscura. Solamente la lamparina lanzaba destellos titubeantes de luz, transformando las estatuas muertas en fantasmas vivos y las columnas erectas en extrañas brujas. Y se quedaba allí hasta las 11, todas las noches, impasible, fijos los ojos en el tabernáculo.
    Un día fui a la iglesia a buscarlo. Le pregunté de sopetón: Hermanito, ¿tú sientes a Dios cuando después del trabajo te metes en la iglesia a escucharlo? ¿Él te dice algo? Con toda tranquilidad, como quien despierta de un sueño profundo, me contestó: Yo no siento nada. Hace mucho tiempo que no escucho su voz. La sentí un día. Era fascinante. Llenaba mis días de música. Hoy ya no escucho nada. Tal vez Dios no me hablará nunca más. Y entonces, repliqué, ¿por qué sigues, todas las noches, ahí en la oscuridad sagrada de la iglesia? Sigo ahí, respondió, porque quiero estar disponible. Si Él quiere manifestarse, salir de Su silencio y hablar, aquí estoy yo para escuchar. ¿¡Y si Él quiere hablar y yo no estoy aquí!? Porque, cada vez, él viene únicamente una sola vez, como en otros tiempos... Lo dejé en su plena disponibilidad. Me fui maravillado y meditativo. Es por estas personas por las que el mundo no es destruido y Dios sigue manteniendo su misericordia a pesar de la perversidad humana: porque ellos vigilan y esperan -contra toda esperanza- el adviento de Dios que tal vez nunca ocurrirá.


  • NT: ( 2Cr 5, 17-20): “Si uno es cristiano, es criatura nueva. Lo antiguo pasó, ha llegado lo nuevo. Y todo es obra de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo, reconciliando el mundo consigo, no apuntándole los delitos, y nos confió el mensaje de la reconciliación. Somos embajadores de Cristo y es como si Cristo hablar por nosotros. Por eso os suplicamos: dejáos reconciliar por Dios.”